TAPA DEL DÍA - La educación emocional se instala con fuerza en las escuelas de Córdoba, Salta, Río Negro y la Ciudad de Buenos Aires, entre otras jurisdicciones, pero su consolidación enfrenta desafíos estructurales profundos que limitan su alcance real. En las últimas décadas, el sistema educativo argentino ha comenzado a reconocer la importancia de desarrollar habilidades socioafectivas en niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, la implementación concreta de estos programas varía considerablemente de una provincia a otra, y muchas veces depende más del compromiso personal de docentes o directivos que de una política estatal sólida y sostenida. En la Ciudad de Buenos Aires, el plan “Buenos Aires Aprende 2024-2027” incluye un marco oficial para construir un ecosistema de bienestar socioemocional. Esta iniciativa contempla la formación docente, materiales específicos y prácticas en el aula, como las “rondas de apertura” y “rondas de cierre”, que permiten a los estudiantes expresar y regular sus emociones, fomentando un clima escolar más saludable. Estas experiencias reflejan la convicción de que la educación emocional no debe ser un contenido marginal, sino un eje transversal que impregne toda la cultura escolar. María Eugenia Cossini, educadora experta en innovación pedagógica, sostiene que sin una base emocional segura, el aprendizaje académico pierde sentido. Para ella, las escuelas necesitan fortalecer vínculos, construir una cultura de cuidado y empatía, y garantizar espacios para la formación continua de los docentes. Al mismo tiempo, desde la sociedad civil, programas como el de Glia aportan herramientas prácticas a través de capacitaciones que abordan desde la teoría del apego hasta el bienestar docente y la prevención del agotamiento laboral. Sin embargo, estas propuestas suelen funcionar en paralelo a la carga laboral docente, sin reconocimiento ni tiempo oficial, lo que limita su sostenibilidad. María Laura Ballini, formadora docente y especialista en educación emocional, destaca que el bienestar debe dejar de ser visto como una tarea extra. “Es la condición indispensable para el aprendizaje”, afirma. Sin embargo, muchos educadores sienten que deben enfrentar solos los desafíos emocionales que surgen en las aulas, sin espacios institucionales que los acompañen. Los expertos coinciden en que la falta de tiempo institucional y apoyo político es el principal obstáculo. Muchas experiencias valiosas se desvanecen con el cambio de autoridades o la ausencia de un marco estructural que garantice su continuidad. Además, la presión por cumplir con los contenidos curriculares y la sobrecarga laboral reducen el espacio para implementar programas emocionales de manera integrada y sostenida. En el plano internacional, modelos como CASEL, el enfoque Reggio Emilia o el Project Zero de Harvard destacan la importancia de competencias socioemocionales y rutinas de pensamiento para fomentar la comprensión y el vínculo. No obstante, en Argentina aún no se garantizan las condiciones básicas para adoptarlos plenamente. El Ministerio de Educación porteño propone una estrategia integral para transversalizar la educación emocional, con encuestas de clima escolar y formación en resolución pacífica de conflictos. Sin embargo, la ausencia de una política nacional unificada y un sistema articulado de evaluación dejan a las provincias trabajando de manera fragmentada. Al día de hoy, al menos diez provincias han desarrollado iniciativas vinculadas al bienestar emocional, algunas con carácter obligatorio y otras a través de convenios con organizaciones especializadas. Pero la mayoría coincide en que sin un marco institucional robusto y continuidad política, estos avances corren riesgo de dispersarse y perder eficacia. TAPA DEL DÍA - Esta realidad pone en evidencia que la educación emocional no puede ser una propuesta aislada ni una acción voluntarista. Requiere de un compromiso estatal claro y sostenido, inversión en formación y tiempo para que docentes y estudiantes puedan transformar verdaderamente la experiencia educativa. Opinión pública: La comunidad educativa y las familias valoran la incorporación de la educación emocional, pero reclaman que se garantice su permanencia y profundidad. Es consenso que los resultados serán limitados mientras se siga tratando el bienestar como un aspecto secundario y no como un eje central del sistema educativo. TAPA DEL DÍA